La
  discusión es como la luz, molesta solamente a aquellos que prefieren
  las tinieblas
     
  Tratemos de estar conscientes de lo que creemos respecto a la
  conservación o pérdida de la salvación. Hay dos
  extremos en lo que se refiere a la pérdida o mantenimiento de la
  salvación. Hay quienes
  creen que la salvación se pierde por cualquier
  cosa; y hay quienes piensan que no se pierde jamás por
  nada. Ambos están
  equivocados. Aquel a quien tanto
  le costó salvarnos, no
  nos va a quitar nuestra salvación por cualquier
  cosa,
  pero tampoco va a dejarse pisotear
  por los que aman el pecado más que a su Señor, y pretenden
  vivir pecando, mientras que
  tranquilizan su conciencia forzándose a creer que la salvación
  no se puede perder.
  
     
  En algunas ocasiones he visto a dos amigos estar discutiendo un asunto
  importante, sin darse cuenta de que ambos opinan lo
  mismo, y ha tenido que venir un tercero a hacerles notar tal
  cosa. Esto es motivado porque
  ellos no están conscientes de lo que
  creen, no se han puntualizado
  a sí mismos cuáles son sus
  creencias.
  Aclaremos, pues, nuestros conceptos.
  
     
  A veces nuestros conceptos no los tenemos claros en nuestra
  mente, porque nunca nos hemos
  respondido categóricamente las interrogantes que nos
  surgen.
  Por lo regular tenemos en la mente frases hechas o palabras con las
  que pretendemos expresar un concepto nebuloso que guardamos en la
  mente, el
  cual, a pesar de que no lo tenemos diáfanamente
  establecido, queremos que los
  demás lo entiendan y nos lo acepten sin definirlo ni
  demostrarlo. 
     
  Cuáles son las principales afirmaciones de los que creen en
  la doctrina de que una vez salvo siempre salvo. Hay dos o tres variantes
  de esta doctrina, pero todas son
  erradas. Hay quienes piensan que
  el humano no tiene libre
  albedrío, que él
  nunca quiso ser salvado, pero
  que Dios forzó a unos a ser
  salvos, mientras que dejó a otros a merced de su horrible destino
  
     
  Otros piensan que el humano sí tiene libre
  albedrío, pero que una
  vez que se convierte a Cristo deja de tener libre
  albedrío, por lo cual no
  puede desear abandonar la fe y dejar de
  salvarse. Es algo así como
  el pez, que después que
  muerde el anzuelo, no puede zafarse
  aunque lo desee con toda el alma.
  
    
   Otros sostienen que
  el humano tiene libre albedrío antes y después de su
  conversión, pero que Dios
  no permite que se conviertan aquellos que luego van a apartarse de la
  fe, razón por la
  cual, según los que así
  piensan, el que una vez está
  salvo, siempre estará
  salvo, no importa cuanto peque
  y cuanto desobedezca a Dios.
  
     
  Una de las afirmaciones de esta doctrina es que el que se aparta,
  el que deja la fe, es porque nunca estuvo en ella. Eso es
  falso, de acuerdo a lo que opina
  el Espíritu Santo y lo voy a demostrar más adelante en este
  artículo.
  
     
  Ninguna de las variantes de esta doctrina puede mostrar en la Biblia
  ningún pasaje que claramente diga tal cosa. Ni siquiera puede
  mostrar un pasaje del cual se pueda colegir semejante
  cosa. Sin embargo, yo
  si puedo mostrar muchos pasajes que clara y diáfanamente dicen lo
  contrario:
  que el que una vez fue salvo, puede
  apartarse y dejar de serlo. 
     
  Dios no obliga a sus criaturas a amarle aunque esas criaturas no lo
  deseen. Dios no obliga a nadie a permanecer a su lado aunque no lo
  desee. Esa
  salvación a la
  fuerza, que desdichadamente se predica tan
  frecuentemente,
  no sirve para nada más que
  para tranquilizarle la conciencia en forma artificial,
  al que habiéndose convertido al
  Señor, sigue amando más
  sus concupiscencias y pecados que a
  Jesucristo, y quiere mantenerse
  pecando, sin perder la
  salvación.
  
     
  En toda la Escritura ustedes verán que jamás se habla
  de que el que una vez fue salvo permanece salvo para siempre aunque peque
  y no se arrepienta. Sin
  embargo, sí verán en muchísimas ocasiones que se
  dice que el que es salvo, peca
  y no quiere arrepentirse de su
  pecado, pierde su
  salvación.
  
     
  El Señor dijo:
  De la abundancia del
  corazón habla la
  boca. Si en sus corazones los escritores bíblicos no
  tuvieran el conocimiento de que el salvo se pudiera
  perder, no hablarían tal
  cosa, como vemos que hablan gente
  como Pedro,
  Pablo,
  Santiago, Juan,
  Moisés,
  Isaías, Ezequiel,
  etc..
  
     
  Resumen de lo que dice este artículo y tesis que contiene.
  Este artículo solamente afirma que un cristiano puede perderse si
  él se quiere apartar del
  Señor, si a él no le agradan las limpias normas de vida que
  el Señor proclama. Es
  decir, que si los perversos
  goces del pecado,
  le atraen más que el amor de
  Jesucristo, esa persona puede
  irse descaminando poco a poco, hasta llegar a un punto de endurecimiento y desprecio por lo
  divino, que no tiene marcha
  atrás. 
     
  Quisiera que los que creen que una vez salvo siempre
  salvo, me presenten aunque sea
  tres claros pasajes en los que se nos diga que la persona que sea salva puede
  hacer mangas y capirotes, pecar, pecar y
  pecar, manteniendo la
  salvación, sin que por
  mucho que peque sin arrepentirse llegue a
  perderse. 
     
  Veamos algunas opiniones de escritores de la Biblia, sobre esa
  herejía que dice que una vez salvo siempre salvo. El Espíritu
  Santo dice bien claramente que se puede caer de la gracia.
  
     
  Los que siguen las doctrinas del obispo católico holandés
  Cornelio Jansen y del reformador francés Juan
  Calvino, aseguran que la persona
  que se convierte a Cristo, y que por lo tanto está en la
  fe, no puede después abandonar la fe para
  perderse. Sin
  embargo, en el siguiente versículo el Espíritu Santo dice
  otra cosa muy diferente.
  
  
    
  Empero el Espíritu
  dice manifiestamente, que en los venideros tiempos
  algunos apostatarán
  de la fe escuchando a espíritus de error y a doctrinas de
  demonios (I Tim
  4:1) 
     
  Como vemos en el versículo
  anterior,
  el Espíritu Santo,
  personalmente, nos dice que algunos apostatarán de la fe.
  Para apostatar de la fe hay que haber estado en la
  fe. Nadie puede abandonar una
  casa en la que nunca ha estado. Nadie puede caerse de una escalera en la que nunca se ha
  encaramado. Tampoco nadie puede
  abandonar una fe en la que jamás ha
  estado. De aquí se evidencia que el Espíritu Santo está
  diciendo que los que estaban en la gracia podían caer de
  ella, podían abandonar
  la fe. 
     
  Pues bien, al decir el
  Espíritu Santo que algunos apostatarán de la fe nos hace ver
  clara y definitivamente que el
  cristiano, el ser humano que
  está en la fe, el ser humano
  que está salvo, puede dejar
  la fe y, por lo
  tanto, dejar de estar
  salvo. Esto demuestra paladinamente
  que esa hipótesis de
  el salvo siempre
  salvo, es una herejía
  más, en la que ha caído
  la cristiandad.
  Si el Espíritu Santo
  personalmente dice que algunos apostatarán de la fe,
  ¿quiénes son Jansen y Calvino para negarlo? Nadie puede apostatar
  de una fe en la que jamás ha
  estado, nadie puede caer de una
  escalera en la que no se ha
  subido, ni abandonar una casa en la que jamás ha
  entrado. Por lo
  tanto, decir que el que cae de la fe es porque nunca estuvo en la
  fe, es una
  falsedad. En el próximo artículo mostraré más
  pasajes bíblicos que demuestran el error de la herejía de Salvo
  Siempre Salvo aunque no se
  arrepienta.