NO JUZGUÉIS PARA QUE NO SEÁIS JUZGADOS, EXAGERACIÓN

            Hay quienes han hipertrofiado y torcido el consejo que en Mt 7:1-5 da el Señor, hasta el punto de creer que no se puede emitir ningún criterio sobre las características o el comportamiento de otra persona. También hay cristianos que estando en pecados y no queriendo que nadie los exhorte ni les eche en cara el mal que hacen, se agarran fieramente de este pasaje. Cuando alguien va a hablarles de su mal comportamiento, en seguida responden: "¡no juzgues, no juzgues!"

            Incluso conozco un caso de una persona a la que cada vez que alguien le llamaba la atención de sus fornicaciones y adulterios, trataba de coaccionar al que lo amonestaba, amenazándolo con "las consecuencias", que según él podía provocar el "juzgar" a otro.

 

“1 No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados y con la medida con que medís, os volverán a medir. 3 Y ¿por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu ojo? 4 O ¿cómo dirás a tu hermano: Espera, echaré de tu ojo la mota, y  he aquí la viga en tu ojo? 5 ¡Hipócrita! Echa primero la viga de tu ojo, y entonces mirarás en echar la mota del ojo de tu hermano.”                                                                                ( Mt 7:1-5 )

            A mi modo de ver lo que aquí dice el Señor es que no debemos juzgar a otros por sus pequeñas faltas, mientras nosotros mismos estamos ahogados en graves pecados; y sobre todo, que no debemos juzgar injustamente; ni arrogarnos la autoridad de asegurar si una persona pecadora llegará o no a salvarse; o si una enfermedad o desgracia sea un castigo o sea un accidente natural; o si un cristiano que murió se va a perder o a salvarse, etc. No creo, basándome en la concepción integral de las enseñanzas de la Biblia, que Nuestro Señor Jesucristo nos prohibiera terminantemente usar nuestro discernimiento y sentido común a fin de formarnos un criterio sobre las actitudes y comportamientos de los demás.

            En todo caso se refiere el Señor a no aplicar injustamente las leyes o normas de comportamiento a los demás, porque en la misma forma en que nosotros apliquemos esas normas, nos las van a aplicar a nosotros. Y efectivamente, yo no quisiera que me aplicaran injustas leyes; pero no resentiría que me aplicaran las leyes con justicia. Esa es la interpretación que se deduce del versículo dos, que dice que nos medirán con la misma medida que usemos; y la del tres donde se critica al que teniendo una falta mucho mayor, se pone a criticar faltas menores en otros en vez de tratar de arreglarse a sí mismo primero.

Si vamos un poco más adelante a los versículos 15- 20, veremos que es el mismo Señor Jesucristo el que nos exhorta a juzgar quién es o no un falso profeta. Si eso dice el Señor luego de haber dicho no juzguéis para que no seáis juzgados, es evidente que a lo que se refiere es a no juzgar injustamente. En este último pasaje vemos que nos exhorta a guardarnos de los falsos profetas, para lo cual es necesario juzgar quién es un falso profeta. Luego nos enseña cómo conocerlos, diciéndonos que se conocerán por sus frutos. De nuevo tenemos que juzgar qué es un buen fruto y qué es un fruto malo. Veamos.

 

Y guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Cógense uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol lleva buenos frutos; mas el árbol maleado lleva malos frutos. No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos. Todo árbol que no lleva buen fruto, córtase y échase en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.”                                                                   ( Mt 7:15-20 )

            Si fuéramos a aceptar la exagerada interpretación de los que pretenden creer que el cristiano no puede juzgar, caeríamos en la parálisis mental. No podríamos llamarle la atención a nadie sobre nada, porque eso sería juzgarlo. Peor aún, ni siquiera podríamos formarnos un criterio sobre la actuación de los demás, porque eso sería juzgar. Si viéramos a un individuo entrándole a palos a una anciana, no podríamos pensar que es un malvado, porque eso sería juzgar. ¡¡Sería algo totalmente absurdo!!

            Es más, la misma institución del pastorado quedaría disuelta, porque su labor implica el velar por las almas, decirles cuándo están haciendo mal o bien; y eso sería juzgar. Cada vez que un pastor fuera a llamarle la atención a un hermano que ande fuera de orden, este le replicaría con "autoridad divina": "no me juzgue pastor, no me juzgue para que usted no sea juzgado"; y el pastor y los diáconos tendrían que callarse la boca so pena de pecar al "juzgar" al hermano que está fuera de orden. Tampoco podrían predicarle el evangelio a nadie, porque eso es juzgar que esa persona está perdida, juzgar que no está salvada. Totalmente absurdo, el cristianismo caería en la parálisis absoluta.

            No ordenó Jesucristo semejante cosa. No creo yo que Jesucristo puso a los pastores en una situación en la que tienen que temer constantemente estar pecando por juzgar que un hermano está fuera de orden o que un individuo no ha llegado aún a la salvación. No tiene que estar el cristiano constantemente temeroso de cometer este novedoso, indefinido y difuso pecado que ahora se llama "juzgar".

            Incluso vemos que los apóstoles y los primeros cristianos no tenían esa actitud sobre "no juzgar" a los demás. Eso se puede notar en Hch 16:15, donde Lidia de Tiatira pide un juicio sobre su persona. En I Co 2:15, donde se dice que el hombre espiritual juzga todas las cosas. En I Co 5:3, donde el mismo Pablo dice que él sí juzga; y juzga con juicio de castigo. En I Co 5:12-13 donde se ve clarísimamente que los cristianos sí juzgaban a otros cristianos. En I Co 6:1 donde vemos que los santos sí juzgaban, e incluso en el versículo 4 donde se dice que el deber de los cristianos era juzgar a los hermanos, y no ir ante los infieles en juicio. En I Co 6: 5 donde se considera sabio al cristiano que sepa juzgar a sus hermanos. En I Co 10:15 donde San Pablo insta a los hermanos a que juzguen lo que él dice. En 11:13 donde vuelve a pedir que juzguen, esta vez el comportamiento de la mujer. En 14:24 done se habla de juzgar a los incrédulos. Y por último, en 14: 29 donde es evidente que los hermanos debían juzgar lo que dijeran los profetas en las reuniones de la Iglesia.

            Como vemos, la defensiva frase "no juzgues", que hoy algunos esgrimen para que no les echen en cara sus pecados, no tiene en realidad base en la enseñanza de Jesucristo. Enseñanza esta que los apóstoles y los primeros cristianos sabían aplicar mejor que nosotros. Este deseo de que nadie juzgue es motivado por una de dos razones: a) porque no han entendido la enseñanza de Cristo y los apóstoles, o b) porque quieren escudarse en esa falsa interpretación para defender su "derecho" a seguir pecando a la vez que continúa en la congregación de los santos, sin que ningún hermano pueda molestarlo con sus exhortaciones, ni el pastor responsable de su alma pueda echarle una reprimenda.

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