Por qué Daniel tuvo protección divina, en el foso de los leones

Según Daniel, Dios lo libró de la boca de los leones, porque él no tenía en su haber injusticias.

 

    20 Y llegándose cerca del foso llamó a voces a Daniel con voz triste; y hablando el rey dijo a Daniel: Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves ¿te ha podido librar de los leones? 21 Entonces habló Daniel con el rey: Oh rey, para siempre vive. 22 El Dios mío envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen mal, porque delante de Él se halló en mí justicia; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho lo que no debiese (Dn 6:20-22)

    ¿Quiere decir esto, que las cosas graves que les ocurren a los hombres, es porque tiene en su cuenta una cierta injusticia? Esta injusticia cometida por él, puede que no esté relacionada directamente con la injusticia que está padeciendo, pero Dios no lo libra de ésta, que es injusta, porque todavía no recibió suficiente castigo por la falta que sí cometió.

    En síntesis, una falta o mancha que un humano comete o tiene, delante de Dios, invalida toda o parte de la protección que Dios nos da a través de sus ángeles.

    Como que Daniel no tenía nada negativo en su cuenta, sino que los males que pudo haber cometido ya estaban pagados, la protección divino-angélica se manifestó al cien por ciento.

    ¿Quiere esto decir que todo lo malo que le ocurra a una persona es un castigo o una deuda que tiene que saldar? No necesariamente. A veces las personas de mayor mérito delante de Dios pueden pasar etapas muy duras, en las que ellos le sirven a Dios para demostrar que los que le aman, lo siguen amando aunque padezcan. Tal fue el caso de Job. Pero no nos creamos todos que somos como Job.

    Otras veces lo que ocurre es que las consecuencias del pecado nacional o social cae sobre una nación o conglomerado, y a todos sus miembros los salpica el castigo. Aunque todo esto es cierto, y aunque ese pudiera ser nuestro caso, lo primero que yo hago no es examinar a la sociedad o a la nación, sino examinarme a mí mismo. Como vemos, una de las bendiciones de la santidad, es contar con una protección absoluta de parte de Dios.

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